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Foto del escritorRocio Pagola

Darle lugar a la Vaca

En el hall de la sala de nuestro maestro y sede central de la A.B.Y hay un cartel que dice algo así: la manera de controlar un rebaño es dándole una inmensa pradera. Al principio no entendía mucho lo que quería decir porque en mi lógica el rebaño se me iba a escapar si le daba rienda suelta. Miraba los videos de pastoreo y de campos y en general siempre había un cerco o volvían solos porque había lugares para beber. Pero obviamente yo supe que en una sala de Yoga no iban a estar poniendo carteles acerca del comportamiento de las vacas por ejemplo, o simplemente un dato rural.

Mi acercamiento a la práctica de Yoga no fue casual. En ese momento sentía que mi cuerpo físico estaba necesitando más espacio, como si la sisa me quedara corta, como si el espacio comprendido de la piel para dentro me estuviera pidiendo lugar. Como en aquella época bailaba mucho, recuerdo que el momento del estiramiento era esperado y agradecido, por eso decidí emprender una búsqueda de una actividad orientada hacia ese lugar. En esa época no había redes sociales y con suerte internet era con conexión de cable de teléfono, por eso cuando me puse a buscar la palabra estiramiento en la web Wikipedia me llevó a un enlace de “véase también” YOGA. Siempre había asociado la práctica yoga a señoras mayores que se tiran gases y se acuestan a dormir con medias. En ese momento yo bailaba mucho y la velocidad de mi estado general era superior a lo permitido en ruta, y pensar en gases, siestas con mantas y señoras con medias no estaba entre mis planes, y más siendo yo una post adolescente de 20 años en plena vorágine con exceso de velocidad. La cosa es que buscando yoga en la web encontré un blog con una imagen que llamó mi atención. Ví que quedaba cerca de casa, así que levanté el teléfono y marqué. En ese momento me atendió TITI quien fuera la abuela de mi maestra y muy amablemente me pasó los horarios y me dijo, “vení cuando quieras a probar una clase”. Es mismo día fui y la tomé. No quiero hacer larga esta parte porque ya muchas vueltas doy, pero en resumen: entendí poco, pero sentí mucho, y supe en ese momento que era lo que estaba necesitando. Al principio iba 2 veces por semana, luego supe que podía ir más y luego llegué a ir todos los días. No me lo preguntaba, no lo pensaba, no lo llevaba a ningún lugar racional, yo sólo sabía que ir ahí me hacía bien y que poco a poco iba sintiendo más espacio, ese espacio que estaba necesitando. Mi percepción de la realidad se iba modificando y me encontraba pensando cosas nuevas, distintas. Comencé a tener una relación distinta conmigo misma, más amable, más atenta a lo que sentía y pensaba, y eso me llevó a modificar mi relación con los demás. Comencé a entender que todo lo que me pasaba a mi también le pasaba o podía suceder al otro. Algo así como si conocerme a mi misma me permitiera conocer un poco más o comprender un poco más a los demás. Quizás también haya sido eso lo que me ha llevado a elegir este camino.

El conocimiento acerca de las cosas nunca es lineal ni unidireccional. A veces damos por sentado que sabemos algo y luego una situación nos pone de cara y todo lo que creíamos saber se desvanece como el vapor o resultaba ser más amplio de lo que creíamos. Comenzamos a entender que podemos hacer múltiples conexiones o redes partiendo de lo mismo, y la famosa frase “todo tiene que ver con todo” adquiere un inmenso sentido. Un sentido tan grande como una pradera.

El año pasado atravesé una situación personal que me llevó a cuestionarme a mí misma, a cuestionar lo que sabía y lo que no sabía , lo que podía brindar o no a los demás, y mi maestro y maestra me decían que todo es cíclico, que las cosas están acá, que la información está, que sólo hay que hacer lugar para que aparezcan. De nuevo: HACER LUGAR, generar espacio.

Casi un año después comencé a comprender paulatinamente aquello de lo que me estaban hablando. Un volver a experienciar con una nueva percepción aquello que antes veía de tal o cual manera. Volví a la base, a foja 0, volví a la respiración. Volví a investigar, a descubrir , a disfrutar, a entregarme al no saber, a entregarme al explorar, a jugar, a permitir que todo lo que surja también desaparezca . Volví a conectarme con el sencillo proceso de respirar. Qué simple, no?? Respiraciones lentas, suaves y profundas. O al menos eso es lo que estoy sintiendo y necesitando hoy.

Al poco tiempo comencé a sentir que de nuevo ganaba espacio, no sólo físico, sino mental. Me sentí la vaca pastando en la pradera. Empecé a cabalgar sintiendo el viento rozar mi cresta. Comencé a ver que el espacio está siempre disponible para cualquier rebaño, y que una manera de poder controlarlo era simplemente dándole lugar.


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