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Foto del escritorRocio Pagola

Sobre la meditación


Cuando tenía 12 o 13 años jugaba al básquet en un club del barrio de la estación de allá de La Plata. Iba a entrenar 2 veces por semana con mi hermana y me encantaba la situación de jugar, compartir y hacer amigos. Como todo entrenamiento, es necesaria la constante práctica y atención. A veces practicaba más y a veces menos, dependiendo de cómo me sentía, de mi estado general físico y mental pero siempre atenta a todas las indicaciones, correcciones, sugerencias y consejos de mi entrenador. Partía desde la base de la técnica probando una y otra vez, pero también intentando ser fiel a cómo me sentía, a cómo me resultaba mejor tomar la pelota para tirar al aro por ejemplo. Por arriba de la cabeza nunca pude hacerlo, pero las manos en forma de T fueron la llave que me permitieron festejar algunos “goles”, al menos en los entrenamientos.

Un día fui a entrenar como siempre, pero resultó ser que el entrenador tenía que conversar con no sé quién, y dijo que practicaramos algunos ejercicios, y entre ellos tirar al aro. Como soy zurda, pero hago driviling (picar la pelota) con la diestra, había encontrado una manera rebuscada de venir por la derecha, despistar al contrincante y meterme por debajo del aro tirando de siniestra. Muchas veces fue “gol” y las que no lo fueron al menos sirvieron para ganar un par de fulls con doble tiro desde la línea.

Volviendo a ese día, la cosa es que como el entrenador estaba ocupado, todas nos tomamos el entrenamiento como una suerte de hora libre. Relajadas, jugando así nomás, y sin un orden establecido íbamos de un aro al otro “picando” y tirando al aro según nos parecía. Entre exaltada, un poco canchera y emocionada, fui picando por la izquierda, aceleré llegando al aro, me metí por debajo como siempre, tiré con potencia y PAF! el pelotazo volvió derecho a mi nariz de un golpe y sin escalas. Había rebotado con el borde curvo de hierro y no hubo lugar a dudas que no sólo le había calculado mal al tiro sino que también había quedado mal parada. Aún recuerdo que hasta me zumbaban los oídos como cuando salís de un recital con la música bien alta. Mi cabeza se partía en mil, entre mareada y asustada, con la nariz sin poder respirar y un calor que chorreaba hasta la boca, con un sabor dulce y agrio. En el baño expulsé por la boca un coágulo gigante de color negro que según dicen, fue lo mejor que me pudo haber sucedido. El panorama era claro y el diagnóstico preciso : Nariz hiperhinchada con desviación del tabique por fuerte contusión de una pelota arrojada pura y exclusivamente por mí misma. Sí señores,no tenía a quién echarle la culpa ni la responsabilidad, nadie con quién quejarme, juez a quien pedirle que cobre una falta . Ni a una compañera, ni a una contrincante, ni al entrenador, ni al piso, ni a la pelota, y menos aún al aro que siempre estuvo ahí. Ante la pregunta del “qué te pasó” sólo podía responder “me embalé, le calculé mal y no la ví venir”. Y si bien no me volvió a pasar de nuevo, me seguí lesionando en otras partes del cuerpo, pero cada vez que me dieron el alta volví a la cancha con la frente en alza, el pecho abierto y claro está... un tabique torcido.

La práctica de la meditación siento que a veces es algo así como jugar al basquet : con técnica, constancia de práctica, regularidad, disfrute, con dificultades en el proceso, con un maestro que te acompaña y con una pelota que cada tanto arrojás al aro y te rebota derecho y sin filtro sobre tu cara.

Nos sentamos, respiramos, a veces nos duelen las piernas, la espalda, otras veces nos falta el aire, otras tantas…cada uno sabrá. Un pensamiento que pasa nos roba la atención y nos distraemos….y cuando eso sucede podemos retomar la atención al aire, a la sensación en la nariz . Y si nos distraemos mucho y no la vemos venir puede suceder también que la pelota nos golpee con distintos trajes de la realidad y ZAS!, “pido un tiempo señor juez” y detenemos el juego.

Cuando eso ocurre nuestra mente tiende a cerrarse como las pupilas frente al sol, pero en realidad no hay nada distinto de lo que viene sucediendo alrededor. El sol sigue ahí del mismo modo que las cosas siguen en el mismo lugar en donde estaban. Contrariamente a pensar que nos bajamos de un pedestal espiritual, darse un golpe de un rebote es algo que puede pasar dentro de la práctica de la meditación sentada como en nuestra vida cotidiana, porque es señal de que algo se está moviendo. Y si hay algo que caracteriza a nuestra mente es precisamente el movimiento.Por eso considero que lo importante ante todo es continuar con la práctica, hablar con tu maestro , hablar con un amigo, tirarte al pasto a mirar el cielo y las estrellas, volver a un espacio de sensación que sea claro y directo. Con el transcurrir de la práctica tal vez empieces a disfrutar y te des cuenta de que poco a poco la realidad que percibis se va modificando por el simple hecho de tomarte más tiempo para mirar la cancha, para hacer un pase, para tirar al aro. Darnos espacio para accionar y para ver el juego, pero guarda que no es especular sino simplemente sentarte a observar los fenómenos, como quien mira un partido desde afuera. Como dice mi maestra Nai “la meditación sentada no es un escape de la realidad donde nos ponemos en blanco, es justamente todo lo opuesto, es desarrollar la hiperconsciencia relajada de poder estar acá, siempre acá…”. Humildemente creo que la cuestión no es ser el Ginobili de la práctica sino simplemente ser nosotros mismos, intentando percibir la realidad de la manera más directa posible sabiendo que eso a veces podemos percibirlo como un golpe que nos duele, que quizás nos hace sangrar y que por momentos interpretamos como una imposibilidad para seguir adelante. Es ahí donde nos revisamos con más atención y hacemos cosas para recuperarnos. Pero fundamentalmente creo debemos relajarnos, exhalar un poco más y tratarnos con bondad, entendiendo que todos nos golpeamos porque es inevitable, porque es parte de la fricción con el entorno, porque es parte de la práctica. Y porque cuando el golpe vino ya no hay nada que podamos hacer , pero no por eso dejamos de ir a la cancha, dejamos de practicar y mucho menos de disfrutar del juego.


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